Monday, August 2, 2010

Protaurinos

En los últimos días todos hemos podido sufrir los argumentos de los protaurinos, a raiz de la prohibición del Parlament de Catalunya. Lo excepcional del caso, más allá de que estemos de acuerdo con la prohibición o no, es la pobreza de los argumentos de los protaurinos. Estamos acostumbrados a la demagogía practicada por algunos sectores del ecologismo y que aquí hemos criticado [Ecologismo y coherencia]. Pero ciertamente lo de los amantes de la "fiesta" ha llegado a niveles ridículos. Pero no resulta excesivamente sorprendente, si tenemos en cuenta que las voces más "autorizadas" que defienden el toreo escriben estupideces como las de Fernando Savater [Fernando Savater y su pasión por los toros].

Desde mi punto de vista, la cuestión es evidente; si partimos de la base de que se deben respetar los derechos de los animales, la mal llamada "fiesta nacional" no tiene lugar a ser. Es una simple cuestión de coherencia: se han creado multitud de leyes para proteger los derechos de los animales, se ha obligado al sector ganadero a realizar inversiones millonarias en nombre del bienestar animal; y al mismo tiempo, se permite un espectáculo cuyo fin es la muerte de un animal. Es un simple hecho de coherencia. Otra cosa es que pretendamos discutir si los animales tienen derechos o no. Es este, probablemente, el único punto donde Fernando Savater, demuestra un poco de coherencia; él parte de la base de que los animales no tienen derechos, con esta premisa, se puede discutir si la "fiesta" tiene sentido o no.

Pero la mayoría de defensores de la "fiesta" no entran a discutir sobre los derechos de los animales, seguramente porque es políticamente incorrecto o tal vez, porque desde cualquier punto de vista, es una estupidez (como demostraremos después).

Así pues los argumentos más recurridos por los protaurinos són que se trata de un "arte" y de una "tradición". Es sorprendente que alguien que recurrentemente está dando lecciones de moralidad social, como Savater, utilice cuando le conviene argumentos tan insostenibles como la calificación de "arte". Es de sentido común que el Estado no puede permitir o prohibir nada en función de que alguien (minoría o mayoría) lo califique de "arte". En mi opinión, la "fiesta" es un lamentable espectáculo tercer mundista, propio de una sociedad subdesarrollada, pero no por ello el Estado debe prohibirlo; el Estado no puede permitir el toreo porque haya quien lo considere un "arte" como tampoco debe prohibirlo porque haya quien lo considere una "barbaridad". Algo tan evidente como esto, parece más allá de la comprensión de muchos protaurinos.

También utilizan el calificativo de "tradición" y en nombre de esta palabra pretenden convertir el toreo en algo "sagrado". Es también evidente que no se puede legislar en función de lo que es una "tradición" o no. Y de hecho, el mismo Fernando Savater, como buen anticlerical, está a favor de la supresión de los elementos religiosos de la sociedad, a pesar de tratarse de una tradición.

Ya en el terreno de la pura demagogía tenemos argumentos como los que comparan acudir a la "fiesta" con comer carne, o incluso con "disfrutar comiendo carne" (sic). Esta comparación la tratamos ya en el artículo sobre Savater y el toreo; podríamos resumirlo diciendo que mientras no se demuestre que el ser humano no necesita alimantarse, y que es un animal omnívoro, esta comparación no merece dedicarle ni un sólo segundo.

En niveles aun más demagógicos, tenemos comparaciones como la establecida entre la "fiesta" y los "castellers"; este aborto de argumento vendría a decir algo así como que, si se prohiben los toros también tendrían que prohibirse los "castellers" por crueldad contra la infancia, porque se permite subir a niños (los "anxanetes") hasta la cima de los "castells". Las diferencia son innumerables, pero citemos algunas: en primer lugar, els castells tiene como fin lograr levantar y descargar un castillo humano (y sólo ocasionalmente y accidentalmente -no es lo pretendido- termina con caidas -que además muy raramente tienen consecuencias); al contrario que el toreo cuyo fin es siempre la muerte del toro. Además existe una legislación de defensa de la infancia; según la cual si alguien presentase una denuncia contra los padres de alguno de los niños, un juez la estudiaría para determinar si existe o no delito; los castellers no constituyen pues una excepción en la legislación vigente actual como sí lo constituye la "fiesta".

Al final toda la única discusión posible es acerca de si los animales tienen o no derechos. Mientras la sociedad considere que los animales siguen teniendo derechos, la "fiesta" nacional no tiene cabida en ella, excepto, claro, si el Estado sigue manteniedo una doble moral al respecto.

En el Parlament de Catalunya se escenificó perfectamente el nivel de los argumentos de favorables y contrarios al toreo. Mientras uno argumentaban en contra del toreo, los otros se limitaban a repetir que se trataba sólo de una cuestión política. Incluso si aceptasemos que fue así (cosa totalmente falsa) los contrarios a la "fiesta" demostraron tener otros argumentos, cosa que los favorables no consiguieron hacer.

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