Una de las cosas buenas de ser progre es que pude uno juzgar a los demás sin tener nunca que juzgarse a uno mismo. De igual modo el progre puede tener prejuicios, pero jamás los tolerará en el otro (sinó comparte sus propios prejuicios, evidentemente).
Un ejemplo perfecto de ello es Maruja Torres. Progre de profesión, lleva cuarenta años repitiendo sin pudor los mismos tópicos izquierdistas, pseudo-progresistas y anticlericales.
En el artículo "El sexo de los curas" Maruja Torres se suma al tropel de progres que han aprovechado los escándalos de los abusos sexuales cometidos en el seno de la Iglesia (la mayoría de ellos de los años setenta y ochenta, todo sea dicho) para lanzar un "ya dije yo que la Iglesia tenía la culpa de todo" (gran máxima izquierdosa).
Lo que me ha llamado la atención del artículo de Maruja Torres es que no se limita a denunciar los crímenes cometidos o la presunta (o inventada) complicidad del Papa, sinó que realiza toda una argumentación en contra de la presunción de inocencia, ya no de los curas implicados en casos de abusos, sino en contra de la presunción de inocencia de todo el clero. Es decir, aplica una de las principales máximas del fascismo, el famoso "algo habrán hecho".
Como en todo bueno artículo pretendidamente provocador, debemos comenzar con un título (pseudo)escandaloso: así que nada mejor que unir las palabras "cura" y "sexo", combinación que siempre vende, especialmente en "El País", en "Público", o en "La noria" y "Sálvame".
Pero vayamos al núcleo de la teoría de Torres que se puede resumir con esta frase: "Pero, en general, lo lógico es que las pasen canutas o que le den a la pederastia, aprovechando la carne fresca que pasa por allí y su absoluta autoridad sobre los infantes."
Y otra argumentación que me ha sorprendido es esta: "¿No necesitan esos padres un cursillo previo a su decisión de colocar a su retoño en semejantes laboratorios de retroceso? ¿Por qué el tejido social tiene que soportar las consecuencias de sus decisiones?". Es decir, la sociedad no debe hacerse cargo de las víctimas, porque la culpa es de los padres, por dejar su educación en manos de potenciales criminales; un argumento paralelo al "la culpa es de los padres que las visten como...".
Maruja Torres también se sitúa claramente por encima de los miembros del clero, no olvidemos que ella esta "por encima" de estos seres inferiores: "Yo soy célibe, sin ir más lejos. No estoy casada, no tengo pareja. Pero no soy casta. Constituye una gran diferencia a mi favor y el de la gente que me rodea, que aviada estaría soportando mi resentimiento."
Después realiza un extraño razonamiento explicando algo así como que la educación católica aumenta el número de violadores y otros criminales, y termina con: "Ya es bastante. No necesitamos, con la aportación de una religión desfasada, aumentar el número de psiquiatras per cápita ni de hombres y mujeres decepcionados por la frigidez o la impotencia del otro."
Y finalmente se vuelve a situar como juez y jurado al argumentar: "Sé lo que van a aducir los padres católicos convencidos, que hayan realizado el meritorio esfuerzo de leer este artículo hasta aquí: "Pues yo fui a un colegio de curas y me ha ido muy bien". Y lo mismo con monjas. Mi respuesta es: "Defínanme muy bien"."
Y lo más triste es que, como siempre, un séquito de tarugos considerán esta vulgar muestra de propaganda aticlerical periodismo de verdad, como desmuestra la puntuación obtenida. Lo que desmuestra cuantos "pequeños Hitlers" se esconden (o no) en la izquierda española.
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